viernes, 21 de junio de 2002

ricos los dolares

Ahora se los puedo contar, porque por suerte no terminó tal mal la cosa. El miércoles a la noche me manduqué un billete de 50 dólares. Y sí. Estaba tentador, nuevito, crocante. Cuando se avivaron que tenía el verde entre mis dientes, me corrieron y me alcanzaron para sacarme un par de pedazos. El resto, adentro. ¡Qué caripela tenía la damnificada! Una cara de ogro que pensé que ahí nomás pasaba yo a formar parte de una lata de comida para coreanos. Obviamente no me pegaron, qué sentido tendría, pero me ligué unos gritos. Con la mejor cara de perro víctima me fui a mis aposentos. Al otro día me enteré de que en un lugar de esos que antes se llamaban bancos y ahora se llaman guaridas de ladrones, podían rescatarse unos morlacos por los pedazos de billete. En suma: por los restos se pagó 45 dólares y por lo tanto me mandé sólo 5. ¿Vieron que no era tan grave? Confieso que estaba rico, pero me gusta más el euro.

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